miércoles, agosto 30, 2006

III

Cuando el taxista escuchó a Yasmín decirle –mejor estacioná ahí... lo hagamos mas interesante...- no entendió a que se refería. Pero un hombre como él no se hacía muchas preguntas ante la posibilidad de acostarse con el objeto de la mayoría de sus fantasías onanistas (las noches mas apasionadas con la Chela eran a la vuelta del baile, cuando cantaba Yasmín, potenciadas principalmente por los exuberantes movimientos de esa nena que ahora le ofrecía sus... encantos).
Tampoco le importaba saber que el espíritu rebelde de Yasmín era la única causa de su “fogoso” encuentro aquella noche; que si Yasmín no estuviera enojada con “La Lora” todo habría quedado en un flirteo descarado. Solo le interesaba aprovechar la oportunidad (que como esa no vienen muchas).

Yasmín tenía experiencia. Esa noche, el taxista lo descubrió de la forma más placentera.
-¿Me lo prendés?- le dijo, con una mirada excitante, extendiéndole un cigarrillo- me dejaste agotada- mintió desfachatadamente mientras se acomodaba el escote.
Se había recostado, semidesnuda, en el asiento trasero del taxi; sentía como si éste fuera un diván, ella, una especie de Cleopatra bailantera y el taxista, un esclavo deseoso de complacerla.
Estaba convencida de que su destino era la grandeza y sabía que su mejor arma era aquello que siempre la hizo sentir poderosa: el sexo.


2 Comments:

Blogger cuti said...

Quiero!!! (a pesar de que no entendí muy bien las reglas... o tal vez precisamente por eso)

Puedo?

8:59 p. m.  
Blogger Alabama Worley said...

Siii, si, puede, ya le exprimo la inviteishon (mucho entusiasmo).
A las reglas las redacté yo, por ende, son incomprensibles (pero mejor así, así podemos regir dictatorialmente).
Saludines.-

9:15 p. m.  

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