Subí al taxi nena, los hombres te miran, te quieren tomar – le dijo empujándola hacia adentro del coche de alquiler- Sos una puta, una desvergonzada, con ese pantalón ajustado.
El taxista estaba acostumbrado a escuchar cosas como esas todo el tiempo, -“la gente está cada vez mas loca”- le decía a la Chela cada vez que volvía a la casa y se acurrucaba en la cama contra sus abundantes muslos. Esta vez, reconoció inmediatamente a la señorita que se subió a su taxi, ella era Yasmín, la “candente” estrella cumbiera del momento, y el energúmeno que la insultaba (el nunca la trataría así, no a ese bomboncito, pedazo de hembra...) su agente “La Lora Sanchez”.
- ¿Por qué me tratás así, Rogelio? (ella le decía Rogelio, no le gustaban los apodos del estilo de “La Lora”, le sonaban feo, con poca clase) -¿Que hice? Vos sos el que me dijo que no me podía andar vistiendo como una monja, que tenía de mostrarme para mis fans, que tenía que vender discos, no te entiendo Rogelio, ¿que te pasa?
¡Vos! ¡Que sos una pendeja boluda! (“La Lora”, veterano hombre de negocios del ambiente bailantero, sentía que se había ganado su respeto, y, parte de ese respeto consistía en que todo el mundo lo llamara por su “nombre de negocios” y que éste fuera conocido en los círculos de los “peces gordos”, por eso le molestaba hasta cansarlo que esta pendeja se le hiciera la “finoli” y lo rebajara diciéndole “Rogelio”) ¡Callate antes de que te faje!
- Bueno, bueno “Lora”, no se exalte así, la chica es una nena (¡y que nena!), no sabe nada de la vida- interrumpió el taxista tratando de apaciguar los ánimos.
-Tu trabajo es hacer exactamente lo que yo digo, mudita y sin una queja, pendeja – continuó “La Lora“ haciendo caso omiso de las palabras del taxista – si yo digo que te pongás una bolsa de consorcio y salgás a regalar canarios a la calle lo hacés y no me rompés las pelotas con preguntas, y Rogelio nada, ¿¡quien sos vos para andar diciendome Rogelio!?, yo te saqué de la calle, te saqué de ese bulín de mierda adonde cantabas, a mí me tratás de usted y me decís “Lora” pendeja, si no te olvidás de todo y te volvés a la choza de donde te saqué!-
Mientras “La lora” perorateaba, Yasmín no paraba de coquetear con el taxista a través del espejo retrovisor... y si, era medio facilona, pero no se puede negar que el taxista se portó como un caballero... con algo había que recompensarlo.
Ella nunca se había preocupado demasiado por las apuradas y los gritos de “La Lora”, en realidad, ella nunca se había preocupado mucho por nada... quizás fuera por el simple hecho de que nunca tuvo nada porque preocuparse, puesto que nunca tuvo nada. Nada más que su atractivo y su voz.
Yasmín tenía una particularidad: vivía en su mundo, y en ese mundo no existía el miedo; y sólo existía un deseo: cantar.
-Escuchame una cosa, pendeja – le dijo al oído, tampoco era cuestión de que se anduviera diciendo por ahí que la trataba tan mal, y el taxista parecía estar atento a todo, sobre todo al escote pronunciado de Yasmín. –Si no querés que te reviente y te tire por ahí me vas a hacer caso, te creés que porque sos bien putita a mí me vas a pasar por encima. Mañana te quiero en el club a las 10 en punto, si necesitás merca, tomás merca, a mí me da igual; te quiero bien despierta y lista para el show.
-Sí, “Lora”-dijo medio a desgano y pronunciando bien las letras, como burlándose, después de todo el negrero éste vivía a costa de ella. –A las 10 en punto y bien despierta.
Seguía pensando en el taxista y lo merecida que tenía una buena recompensa.
Se acomodó el escote y trató de pensar en cuando vivía en la villa y no tenía preocupaciones: Siendo hermana de catorce varones le era fácil pasar desapercibida, estar al pedo, y mandarse sus buenas cagadas, total, con tantos hermanos siempre había alguno que la defendía. Igual, ella siempre trató de parecer otra cosa, vestirse bien, maquillarse. Hizo un recuento de su vida, hasta ahora no tenía de qué quejarse, la había pasado bien y sabía mucho de la vida. Poca escuela, mucha calle, pérdida de la virginidad a los 12, lo que hizo que empezara a parecer una mujer mucho antes y que cuando llegara Rogelio a su vida ella pudiera abandonar el nido y comenzar una nueva vida haciendo lo que le gustaba.
Un recuerdo amargo apareció de repente, era un golpe... de puño? Recordó cómo sus hermanos le tenían tanto miedo a “La Lora”, antes no era así.
Antes de que pudiera terminar de armar la idea algo la interrumpió.
-Pero la puta que te parió, pelotuda, parece que estuvieras volando- le dijo Rogelio antes de bajarse del taxi y golpear la puerta.
Sabía que le había estado hablando pero no recordaba de qué. Miró para adelante, en el retrovisor vió los ojos del taxista que la acechaban, mudo, como esperando.
-Vamos para mi casa- dijo lascivamente, dale derecho y doblamos en las vías.
Cuando el taxista escuchó a Yasmín decirle –mejor estacioná ahí... lo hagamos mas interesante...- no entendió a que se refería. Pero un hombre como él no se hacía muchas preguntas ante la posibilidad de acostarse con el objeto de la mayoría de sus fantasías onanistas (las noches mas apasionadas con la Chela eran a la vuelta del baile, cuando cantaba Yasmín, potenciadas principalmente por los exuberantes movimientos de esa nena que ahora le ofrecía sus... encantos).
Tampoco le importaba saber que el espíritu rebelde de Yasmín era la única causa de su “fogoso” encuentro aquella noche; que si Yasmín no estuviera enojada con “La Lora” todo habría quedado en un flirteo descarado. Solo le interesaba aprovechar la oportunidad (que como esa no vienen muchas).
Yasmín tenía experiencia. Esa noche, el taxista lo descubrió de la forma más placentera.
-¿Me lo prendés?- le dijo, con una mirada excitante, extendiéndole un cigarrillo- me dejaste agotada- mintió desfachatadamente mientras se acomodaba el escote.
Se había recostado, semidesnuda, en el asiento trasero del taxi; sentía como si éste fuera un diván, ella, una especie de Cleopatra bailantera y el taxista, un esclavo deseoso de complacerla.Estaba convencida de que su destino era la grandeza y sabía que su mejor arma era aquello que siempre la hizo sentir poderosa: el sexo
Justo cuando el taxista se estaba relajando ella le dijo: ¿El viaje no me lo cobrás, no?
Con las vueltas que dieron para llegar a la casa, había pensado ya en la plata que iban a pagarle, no siempre se dan viajes tan largos. Maldijo el momento en que no le cobró a La Lora por lo menos su parte...
-No, piba, dejá, a vos no te cobro nada.
-Bueno, mejor- dijo ella bostezando sin disimulo.- Nos vemos por ahí, vos ya sabés donde encontrarme...
Cerró la puerta despacio, quedó mal cerrada, caminó lentamente hasta su casa, moviendo las caderas de un lado al otro. Cuando desapareció de su vista, el taxista volvió a cerrar la puerta de un golpazo, puteando... Como por primera vez miró en donde estaba y decidió salir de ahí inmediatamente, un barrio de cuidado, sí, sabía dónde encontrarla, pero no se aventuraba solo por ahí nunca más, un peligro, ¿en que estaba pensando? Yasmín cerró las cortinas, se estaba haciendo de día, odiaba la luz de la mañana. Se sacó la ropa, se acostó boca arriba y así quedó un rato, pensando, finalmente se durmió.
Olvidó poner el despertador.
La Lora se acomodó la corbata, resoplando. La última vez que había usado una fue cuando tomó la primera comunión. Cómo aprieta esta mierda, pensó, mientras separaba con un dedo la camisa y el cuello y dejaba así que corriera el sudor. Pendeja pelotuda…
Después de chusmear el cajón –Pobrecita, parece dormida parece- la gente se le acercaba a darle el pésame. Alguno que otro también iba donde estaban los hermanos de la finada, que no hacían más que relojearlo, nerviosos. Como si le pidieran permiso para respirar.
-Menos mal que lo agarraron al hijo de puta ese.
-Y sí, el tipo fue el último que la vio viva, y después le hicieron el ADN a las manchas de la bombacha y era de él.
-Yo lo conozco, es el marido de la Chela, la hija del viejo Medina.
-Ojalá le den perpetua.
-Claro, que se la viole es una cosa, pero que encima la mate… pobrecita.
¿Será como el Rodrigo o la Gilda?, se preguntaba la Lora. Ojalá… la voy a levantar con pala. Pero seguía haciendo correr el dedo por el cuello. Qué pendeja boluda… le dije que estuviera a las 10, le dije… Los hermanos lo seguían mirando. No, estos nabos no van a abrir el orto.
-El tipo dice que se la cogió pero que después la dejó en la casa.
-Pero si es un pobre infeliz, ¿vos vistes lo que es la Chela?
-Un poco trola era…
-Callate, animal, ¿no tenés respeto ni por los muertos?
Los hermanos de Yasmín sólo abrían la boca para decir gracias. Y cada vez que lo hacían miraban para donde estaba la Lora. Era como un padre para ella. Y seguro que también para estos chicos, pobrecitos. Más tarde, después de que se llevaron el cajón, le dijeron a la Lora que los pibes empezaron a hacerle un altar en el barrio, el altar de la Yasmín.
Sólo 12 horas habían pasado desde que los fieles dejaran la sala velatoria y ya se vendían en el altar improvisado los llaveros y banderines con la foto de Yasmín.
-¡¡¡3 peso lo iaverooo!!!… Increíblemente los discos de Yasmín se vendían al mismo ritmo que los chori y el vino en caja, era todo un furor, la Lora tenía razón…
-La juntamo en pala, la juntamo! … exclamaba por el celular a su proveedor de remeras.
El dinero cegaba a La Lora desde siempre, y mas cuando lo sabía producto de su brillantez
-Esta pendeja de mierda, se viene a morir cuando justo ahora la puta que la parió...
Incesantemente llegaban las procesiones de todas las villas adyacentes e incluso ya se pagaban transportes comunitarios para traer a los fieles de otras provincias, los medios hablaban del fenómeno y actualizaban la información minuto a minuto.
Crónica titulaba “CANTANTE BAILANTERA MUERE ASESINADA, SE RIFAN SUS MEDIAS EN VILLA CIUDAD DEL NYLON”
Ya anocheciendo, más de 40 mil bailanteros dejaban ofrendas sobre el altar mientras el taxista en su celda se maldecía a más no poder.
- El garrón que me tengo que comer por un par de nalgas… esa hija de puta me va a hacer meter en cana de por vida.
Sus temores no eran infundados, todo apuntaba a él, para colmo en la cárcel lo estaban esperando los que se hacían llamar “Los enjaulados de Yasmín” los presidiarios seguidores de la diva desaparecida.
-¡¡¡5 peso la remeraaa!!!... La despedida de Yasmín era ya una fiesta multitudinaria, la guardia de infantería tomaba cubana con fanta a la par de los fieles...
Hasta que algo llamó la atención de los presentes. Era la Chela, envuelta en una sábana blanca, un cigarrillo en la boca y sosteniendo 2 bidones de nafta super.
-¡¡¡Déjenlo libre o me prendo fuego!!!- Sollozaba nerviosamente mientras la gente a su alrededor corría desaforada.
-¡él no ha echo nada, déjenlo libre o me prendo fuego!-
El clima era insuperablemente tenso; mientras las cámaras de televisión transmitían en directo La Lora se escurría entre la gente para abandonar el lugar antes de que las cosas se pusieran peores.
-¡Esta yegua se va a prender fuego en serio! La puta que la parió!
Mientras la policía trataba de acercarse a La Chela para tranquilizarla, los fieles gritaban desaforados incitándola a que se prendiera fuego, que no sea cagona. Boquiabierto, todo el mundo ve a La Chela caer sobre el altar envuelta en llamas mientras grita –¡¡¡Tomá, hija de putaaaaaaaaaa!!!
La Lora sube raudamente a un auto que lo esperaba y con una sonrisa desdibujada pide a su chofer que arranque, nadie vio a la dama al volante, pero era ella, la puta Yasmín.